viernes, 2 de octubre de 2009

Leyendo finales

Leyendo un final, por tu culpa he perdido las golosinas en la calle, se encondieron en las manos de un pordiosero con sombrero, se cayeron a la fosa y derritieron sus colores, los horrores de esa noche acabaron por hundirme, solo son dulces me habias susurrado mientras caminabamos hacia tu hogar, donde las galletas quemadas el año anterior, donde los secretos de nuestros cuerpos una tarde, y la lluvia, las bocas mojadas, llenas de azucares y huesos sabrosos.
Leyendo otro final, desconfiando de los principios que no existen, falsas oraciones rasguñadas a pedido del ser negro, del oscuro que acuno, le doy de beber, le canto para que duerma sin ver, cerrando sus ojos para no mentirle, tapando su boca para que se equivoque con las palabras, se duerme y desaparece, por unas horas estamos solos, en nuestras cabezas, oyendo las olas del cabello, navegando con el peine, buscando algo para amar por el resto de la vida, de la muerte ni hablar, ella sola se encuentra sola, asqueada de no ser vista, de caerse contra la pared mareada de felicidad ajena, de ruborisarse el hueso de la cara, con odio del presente tuyo, nuestro, de las frutas muertas, que pronto daran a luz las semillas hartas, inconcientes y tibias. Leyendo otro final, sigo dando vuelta la pàgina hasta que saco tierra y raices, lombrices rotas acarameladas, todo esto es lo que sigue entonces, me digo a mi mismo, me escucho y lo anoto, lo preservo para no extraviarlo, puede decorarse o no, disgregarse o perpetuarse. Al no valerme màs quemo la obra y sigo excavando el suelo hasta encontrar riquesas descuidadas. Leyendo otro final, veo el edèn delante mio, lo puedo tocar y tambien robar, puedo retenerlo, pero en su lugar lo atropello y lo estrujo en mi colosal rabia. En otra situaciòn me percataria afortunado, no es el dia, hallo restos belicosos en la cadencia y las paz de olfatear flores se aquieta ante el rechazo de la alergia al polen.
La última hora sella su enorme pàrpado y me deja cegado, me impide esquivar los insectos que regresan a sus lares cargando el alimento para la cena, crujientes sus cuerpos en mis suelas, suspiro y lamento mi invidencia. Me acerco a cada uno de sus hogares, pido perdones, se oyen sollosos y vuelven a su lecho, me duermo en una diminuta y vetusta cama ahora en desuso.

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